FOMO, JOMO, FOFO Y FOBO. La loca ruleta de las expectativas

A los asistentes a la tertulia solo os pedimos dos cosas:
- Ganas de pasarlo bien, de aportar ideas y de escuchar las de los demás.
- Y 3€ para contribuir al alquiler del espacio, se abonan in situ a los organizadores. Este dinero, la Librería lo devuelve a través de un vale de 3€ para libros.

Se define el FOMO como el miedo a perderse algo que se supone que uno no debería perderse, mientras que el JOMO sería lo contrario, la alegría por perdérselo. El FOBO, por su parte, sería el miedo a que haya una opción mejor de la que uno pretende tomar. Y el FOFO es el miedo a enterarse de algo potencialmente negativo.

Los tres términos nos llevan a una relación conflictiva ante las expectativas y las decisiones que tomamos ante ellas. Incluso el JOMO, que anuncia alegría, apunta a su vez a un conflicto: ¿es posible sentir alegría por perdernos algo que nos resulta indiferente? O quizás esa alegría esconde otra cosa.

El hecho de estar ante tres neologismos nos lleva a pensar que estas sensaciones son producto de nuestro tiempo. Aunque el terreno ya suele estar abonado, nunca han faltado expectativas que modelan lo que tenemos que hacer en cada momento, lo que tenemos que elegir e incluso lo que tenemos que ser. Bien es cierto que los avances técnicos, más si impactan sobre nuestro modo de relación con los demás y con el mundo, pueden ejercer un efecto centrifugador. Si siempre han existido escaparates que nos interrogan sobre los deseos y las expectativas; actualmente, la vida se está convirtiendo en un omnipresente e incesante escaparate por el que no dejan de desfilar cosas que no queremos perdernos, o cosas que asumimos con una alegría impostada o resignada su pérdida, o cosas que nos sumen en una pesada incertidumbre, ya que, entre tan infinita variedad, siempre puede haber algo mejor que perdemos, o siempre hay algo que puede ser una amenaza.

¿Qué es lo mejor? ¿Dónde se originan tantas y tan desmesuradas expectativas? ¿Se puede hacer algo para elegirlas y manejarlas y que no sean ellas quienes nos elijan y manejen a nosotros? ¿Se puede escapar de su influjo? Estas preguntas serán el punto de partida de la conversación.