A ninguno de los amantes de la literatura del siglo de oro español, les puede pasar por alto en muchos casos, que sus autores proponen, dos niveles de lectura, uno superficial “A Sobre Peine” y otro mas interior y profundo “Meditado y rumiado bien”.
En el Quijote encontramos que el caballero andante habla de dos sendas, de dos niveles de lectura que equivalen a la lectura superficial y a la otra profunda, dice el Quijote:
“Sé que la senda de la virtud es muy estrecha, y el camino del
vicio ancho y espacioso; y sé que sus fines y paraderos son
diferentes; porque el vicio, dilatado y espacioso, acaba en
muerte, y el de la virtud angosto y trabajoso, acaba en vida que
se acaba, sino en la que no tendrá fin”.
Debemos acercarnos al Quijote con una premisa, como en todas las grandes obras, Homero, Dante, Virgilio, entre otros muchos, asegurando que son textos vivos, El Quijote es un texto para conducir a los creyentes e instruir a los buscadores de todos los tiempos sobre el misterio de la regeneración del ser humano.
No se trata de inventar nada, sino de volver a decir lo esencial y mostrar las cosas “No como son, sino como debieran ser”
Hoy hemos olvidado el pensamiento hermético que estaba muy enraizado en el siglo XVI y XVII, aunque solo se mostrara de forma discreta formaba, parte del marco de creencias y valores de aquellos hombres, de su universo mental, espiritual y de la búsqueda tangible de Dios.
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