Históricamente los diseñadores de ciudades periféricas han tenido que abandonar su lugar de origen para estar donde estaban los grandes clientes. Quienes querían obtener un desarrollo profesional significativo se veían obligados a alejarse de sus afectos, su paisaje e incluso de su idioma para adoptar otro nuevo. Sin embargo parece que en los últimos años algo ha cambiado y cada vez son más los que logran trabajar para grandes firmas —o simplemente trabajar— desde el sitio que les vio nacer —o desde el sitio que eligen, sea grande o pequeño—. De tal manera que son los clientes quienes van al encuentro de los diseñadores y no al revés. Estamos pues ante un nuevo camino, ante un camino inverso.