Duelos y otras formas de (no poder) dejar la infancia

El día llega más temprano para unos que otros. Una niña puede ver a su tortuga Ursula morir, a su hámster Elliot, o al perro Benito. Siente la ausencia, le cuesta dejar de llorar pero debe aprender a vivir sin su mascota. Con suerte el momento puede llegar más tarde, en la adolescencia quizá, cuando se deba despedir de un abuelo, de un tío con alguna aflicción. Antes o después llega la despedida a los padres o, en ocasiones de desgracia y pena infranqueable, a un hijo. ¿Hay formas de acompañar en ese dolor, o es un duelo que se debe hacer a solas? ¿Hay un lenguaje para la vida después de la muerte?

De la infancia hay cosas que nunca nos dejan. Experiencias que intentamos esconder u olvidar pero que siguen ahí. No se van, emergen cuando menos se espera. También están los recuerdos a los cuales volvemos porque no queremos que se borren. Aquella felicidad que un día nos visitó y que por alguna razón pensamos nunca será igual.

Dos escritoras que vuelven a la infancia, que conocen el peso del pasado en el presente. Dos escritoras que dibujan con igual de precisión el júbilo y el dolor, la tristeza y el éxtasis.

Coloquio entre la escritora española Elisa Ferrer y la mexicana Isabel Zapata moderado por el escritor mexicano Mauricio Ruiz.